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¡Egresados 2018!

Querida Hermana Marcela Davies, Prof. Ricardo Agusti, autoridades de otros niveles, Cristina, Mariela y Martha, a todo el equipo docente del nivel, queridos padres, familiares y chicos:

Gracias al Padre Lalo que compartió con nosotros la Misa de fin de año, volví a pasar por mi corazón ese hermoso capítulo del Principito que dice así….

 

–Buen día –dijo el zorro.

–Buen día, ¿quién eres? –dijo el principito– Eres muy bonito…

–Soy un zorro.

–Ven a jugar conmigo –le propuso el principito– estoy tan triste…

–No puedo jugar contigo –dijo el zorro– no estoy domesticado.

–¡Ah! Perdón, busco amigos. ¿Qué significa “domesticar”?

–Significa “crear lazos…”

–¿Crear lazos?

–Claro –dijo el zorro– todavía no eres para mí más que un niño parecido a otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mi único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo. Si me domesticas, mi vida resultará como iluminada. Por favor… ¡domestícame!

–Me parece bien –respondió el principito-, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.

–Sólo se conoce lo que uno domestica –dijo el zorro.

–¿Qué hay que hacer? –dijo el principito.

–Hay que ser muy paciente. Te sentarás al principio más bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca…

Al día siguiente el principito regresó.

–Hubiese sido mejor regresar a la misma hora –dijo el zorro–. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes en cualquier momento, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón.

 

Cada uno de ustedes, serán para nosotros únicos en el mundo, porque fuimos creando lazos y domesticándonos en cada paso, en cada experiencia, en cada proyecto, en cada aprendizaje… Y ya no somos los mismos.

Crearon lazos con sus compañeros y hoy muchos de ellos son sus amigos; crearon lazos con sus docentes y con todo el personal de la escuela, y en ese vínculo nos dieron la oportunidad de dejar huella en ustedes. Crearon lazos más profundos con Dios y con María Niña, y los encontraron en cada Celebración, cada oración, casa encuentro, sacramentos, misión y especialmente, en el hermano.

Este cuento del Principito nos anima a seguir mirando, más allá de la apariencia, a deshacernos de nuestros prejuicios y estereotipos para conectarnos realmente con las personas y conocerlas. En ellas estaba Jesús saliéndonos al encuentro.

Solo podemos conocer a una persona si pasamos tiempo a su lado. Y ese es un regalo muy valioso que tenemos, el tiempo. Regalarles nuestro tiempo, nuestros oídos, nuestra vocación en acción todos los días en el aula  y nuestro corazón para  abrazar sus vidas, los transforman para nosotros, únicos en el mundo.

 

Y sigue el cuento diciendo:

Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se aproximó la hora de la partida:

–¡Ah! –dijo el zorro– Voy a llorar.

–Es tu culpa –dijo el principito– tú quisiste que te domesticara. ¡Pero vas a llorar!

–Claro –dijo el zorro.

Luego agregó:

–Ve y visita nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Y cuando regreses a decirme adiós, te regalaré un secreto.

El principito fue a ver nuevamente a las rosas:

–Ustedes no son de ningún modo parecidas a mi rosa, ustedes no son nada aún –les dijo–. Nadie las ha domesticado y ustedes no han domesticado a nadie. Ustedes son como era mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil otros. Pero me hice amigo de él, y ahora es único en el mundo.

Y volvió con el zorro y le dijo:

–Adiós –dijo…

–Adiós –dijo el zorro–. Aquí está mi secreto. Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos… Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante.

–Los hombres han olvidado esta verdad –dijo el zorro–. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…

 

Y a ustedes, compañeros de camino GRACIAS por permitirme caminar junto a ustedes, por aprender, por domesticarme…

GRACIAS doy por el tiempo que brindaron  a estos adolescentes que hoy emprenden un nuevo viaje, GRACIAS por  buscar el mayor bien para cada uno de ellos, por confiar en el trabajo del otro, por compartir la vida y disfrutarla juntos. No olvidemos nunca, que somos responsables de nuestras rosas…

Celebro la vida de cada uno de ustedes y me siento muy bendecida por Dios, por ser parte de este equipo. No podría hacerlo sin el trabajo incansable de Cristina. Y el trabajo en la secretaría de Mariela y Martha.

Y también la hora de la partida para Martha, porque en unos días presentará los papeles para su jubilación. Y este capítulo del Principito tiene que ver tanto con su paso por esta escuela, todo lo vivido, soñado, trabajado y celebrado en cada minuto, con su mejor estilo… ¡VIVE LA VIDA! Ahora a soñar nuevos proyectos y nuevos viajes para disfrutar.

GRACIAS a los alumnos de  6° grado que portarán las banderas el año que viene, felicitaciones por sus logros, y porque  supieron trabajar por ellos y compartirlos con sus compañeros y docentes. 

GRACIAS papás, por permitirnos compartir el camino de la educación de cada uno de sus hijos.  Hoy están llamados a acompañar el hermoso desafío de transitar este paso a una nueva etapa en la vida de ellos, posiblemente de un modo distinto, pero con la certeza de que sus hijos los necesitan y los necesitarán, siempre.

Con VOS JESÚS, GRACIAS damos y te pedimos que esta Navidad, no sea una Navidad más, que seamos capaces de regalarte el lugar necesario para que puedas nacer en nuestras familias.

Porque no  queremos  perdernos el regalo de experimentar  que lo esencial es invisible a los ojos…

¡Feliz Navidad  para todos y buen descanso!

 

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